Un montón de palabras vacías. Tictac, tictac, el reloj nunca se para. El tiempo ya no se para. La nieve se me va a marchitar entre los dedos antes de que entienda por qué cae. Y yo que solo quería ver la nieve más blanca, como si absorbiese la luz del sol, como si se me iluminase un camino. La carretera que me lleva a la locura sin remedio, sin que quiera remediarlo. Porque hay faros que no iluminan el camino a casa. Y entonces nunca llegamos a donde se supone que tenemos que estar.
Parece que no quiero entender que este es el sendero que me toca caminar, el asfalto que me ha de abrasar la piel, porque el sol nunca estuvo hecho para mi. Y sigo sin entenderlo. Se marchita la nieve.
Las canciones me hablan de noches en vela, de soledades sin tregua, de mañanas que nunca se alcanzan. Me volverá loca el sonido del rocío, del relente de la luna, de la escarcha de la carretera. Y sigo sin poder amarrarme el pelo para que no se lo lleve el viento. Se marchita la nieve.
Se marchita la nieve, ya no quedan flores.